Al entrar en el taller del Maestro Zhou, el aire se impregna de la fragancia natural del ratán. El ratán verde recién recogido se apila cuidadosamente en los rincones. Estos ratánes se someten a una serie de procesos, como el cribado, el secado, el remojo y el pelado. «Solo el ratán que ha estado expuesto al sol durante siete días y luego sumergido en agua tibia durante tres horas es resistente y no se rompe», explica el Maestro Zhou, tomando una caña y doblándola con destreza formando un arco con las yemas de los dedos, con movimientos fluidos como el agua. Las cestas tejidas en sus manos carecen de patrones complejos, pero poseen detalles exquisitos: cada centímetro de la cesta está tejido de forma firme y uniforme, las asas están especialmente reforzadas con tres lazos de ratán y la base está acolchada con tiras de bambú antideslizantes. «Antes, la gente del campo usaba cestas para guardar comida y artículos diversos, por lo que debían ser resistentes y duraderas. Ahora, los habitantes de la ciudad las usan como decoración y para picnics, por lo que también deben ser duraderas».
Las cestas tejidas del Maestro Zhou evocan muchos recuerdos de la infancia. Algunos clientes acuden específicamente a él para pedirle una cesta con asa similar a la que usaba su abuela cuando era niño, diciendo que ver una les recuerda los días en que iban al mercado con ella. Otros, como los jóvenes, acuden a pedir pequeñas cestas de fruta de ratán tejido para guardar fruta en casa, creando una experiencia ecológica y acogedora.
Hoy en día, el mercado está inundado de cestas de plástico y tela hechas a máquina, pero las cestas tejidas a mano del Maestro Zhou aún conservan a muchos clientes fieles. Él comenta: «Las máquinas tejen rápido, pero les falta la calidez de las manos. Una cesta de ratán de tamaño mediano me lleva dos días enteros tejerla. Es un poco lento, pero la dirección de cada mimbre y la firmeza de cada nudo están hechas con esmero». En su tiempo libre, el Maestro Zhou enseña a los jóvenes del callejón técnicas básicas de tejido. «No quiero que este oficio termine en mis manos. Cada vez que alguien aprende, hay más esperanza».
La luz del sol se filtra a través de las ventanas del taller, iluminando los dedos inquietos del Maestro Zhou y las cestas a medio terminar. Las tiras de mimbre entrelazadas parecen contar la historia del tiempo. Esta perseverancia, medida en las yemas de los dedos, no solo es un testimonio del legado de la artesanía tradicional, sino también un amor y una protección de la verdadera naturaleza de la vida.
Tus necesidades que hacemos, tu voz que escuchamos, para tejer tu belleza.